Treinta años después de haber caído en tierras bolivianas, el reciente hallazgo de los restos del guerrillero cubano-argentino Ernesto Che Guevara multiplicaba el interés internacional por los pormenores de su vida y su ideario político.
Ernesto Guevara de la Serna nació el 14 de junio de 1928 en la ciudad argentina de Rosario. Su padre, Ernesto, arquitecto y hombre de negocios, y Celia, la madre, formaban una familia de holgada situación económica con alguna rama antecesora de aristócratas y militares de la independencia argentina.
La recia personalidad que caracterizaría a quien años más tarde sería el comandante Ernesto Che Guevara empezó a moldearse muy temprano, pues a los dos años de edad comenzó a padecer de asma, enfermedad que fue asumida como un reto por la familia y sobre todo por Ernesto, más que como un obstáculo para su desarrollo.
El propio Fidel Castro recuerda que cuando el joven argentino se preparaba en México para forma parte de la expedición del yate "Granma", todas las semanas remontraba la ladera del volcán Popocatépetl para alcanzar su cima. Al cabo regresaba sin lograrlo y jadeando de asma por el intenso ejercicio, para intentarlo nuevamente días más tarde.
También fue desde su adolescencia un agudo obervador de su entorno, con muchas inquietudes por conocer en profundidad la realidad del continente latinoamericano.
Ese interés lo llevó, en diciembre de 1951, cuando ya estaba matriculado en la Escuela de Medicina, a recorrer América Latina en una motocicleta, en compañía de su amigo Alberto Granados.
Aquella aventura abarcó gran parte de Argentina, Chile y Perú, donde cruzaron a pie el altiplano y remontaron el Amazonas en una balsa hasta establecerse en la localidad de San Pablo para trabajar en una leprosería radicada allí, en los servicios de atención a los enfermos.
Luego viajarían también por Colombia y Venezuela, y en junio de 1952 retornó a Buenos Aires para titularse de doctor en medicina con una tesis sobre alergias.
Pero apenas ejerció, pues dos meses más tarde, en julio de 1953, partió nuevamente en un extenso recorrido cuyo destino sería Venezuela, en la que lo esperaba su amigo Granados con una oferta de ochocientos dólares mensuales para trabajar como médico en Caracas.
Sin embargo, desde Ecuador, en vez de seguir rumbo a Venezuela, continuó hacia el norte por América Central hasta Guatemala. Allí tomó posición decidida junto al Gobierno democrático de Jacobo Arbenz, y dentro de él, en el grupo del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), que era comunista; pero también vivió el drama de la intervención de la CIA y Estados Unidos y el derrocamiento de Arbenz.
Entre enero y julio de 1954 comoció a Antonio (Nico) López, militante del Movimiento Revolucionario Cubano 26 de julio, y a otros dirigentes revolucionarios de esta isla caribeña, y también en esa etapa hizo amistad con la exiliada peruana Hilda Gadea, quien sería más tarde su primera esposa y madre de Hilda, su hija mayor.
En 1956, en Ciudad de México, conoció a Fidel Castro, quien por entonces era un joven abogado que había sufrido cárcel tras fracasar el ataque al cuartel Moncada, segunda fortaleza militar cubana, y preparaba una nueva expedición armada contra la dictadura del general Fulgencio Batista.
Casi de inmediato se convirtió en el médico de la guerrilla y a partir de ese momento, su vida quedó vinculada a la historia de la Revolución cubana.
Tras el desembarco del yate Granma, el 2 de diciembre de 1956, se destacó en los combates de El Uvero, El Hombrito y Pino del Agua, en las montañas de la Sierra Maestra, en el oriente de Cuba.
Pero su principal misión militar fue dirigir la Columna número 8 Ciro Redondo, con la que avanzó hacia el occidente de la Isla para generalizar la lucha insurreccional.
Entre los días 28 y 31 de diciembre de 1958 dirigió y combatió en la toma de la ciudad de Santa Clara, en el centro del país, hecho que resultó clave para el triunfo armado de la Revolución el 1 de enero de 1959.
Ese mismo año, el 9 de febrero, fue declarado ciudadano cubano por nacimiento, en reconocimiento a los servicios prestados al país, y con posterioridad, el 3 de junio contrajo matrimonio en segundas nupcias con Aleida March, compañera de la lucha insurreccional y con la cual tendría cuatro hijos (Aleida, Celia, Camilo y Ernesto).
Con la victoria de la Revolución cubana comenzó para el Che Guevara una intensa etapa como dirigente político y económico. El 26 de noviembre de 1959 fue designado presidente del Banco Nacional de Cuba y el 23 de febrero de 1961 el Consejo de Ministros acuerda crear el Ministerio de Industrias y lo nombró titual de esa cartera.
En octubre de 1962, durante la crísis de octubre, volvió a ocupar su puesto de combate, esta vez como jefe militar de la occidental provincia de Pinar del Rio.
Más tarde representó a Cuba en Ginebra, Suiza, en la primera conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo, el 17 de marzo de 1964, y ese mismo año visitó Argelia, la URSS y Estados Unidos, donde presidió la delegación cubana a la Asamblea General de las Naciones Unidas.
En diciembre viaja nuevamente a Argelia y posteriormente a Mali, el Congo, Suecia y Ghana. En marzo de 1965 visita la República Arabe Unida y luego desaparece públicamente para participar en la lucha guerrillera en el Congo.
Luego retornaría clandestinamente a la isla para prepararse durante algunos meses junto a los demás cubanos que lo acompañarían en la gestación y desarrollo del foco guerrillero en Bolivia, donde reapareció el 7 de noviembre de 1966.
El 3 de octubre de 1965, en el acto de presentación del primer comité central del Partido Comunista de Cuba (PCC), el comandante Fidel Castro leyó la carta de despedida del Che Guevara al pueblo de Cuba, que contribuyó a echar por tierra las campañas internacionales que se habían urdido sobre su desaparición de la escena política cubana.
El 7 de noviembre de 1966, el Che hace la primera anotación de su diario en Bolivia. En marzo de 1967 se inició la etapa de mayores acciones guerrilleras, y en abril se publica su mensaje a la Conferencia Tricontinental, que se celebraba en La Habana, en el que plasma sus concepciones políticas sobre las formas de enfrentar al imperialismo.
El Che, ha dicho Fidel Castro, no concebía la lucha en ese país sudamericano como un hecho aislado, sino como fruto de un movimiento revolucionario de liberación que no tardaría en extenderse a otras regiones del continente.
A su lado quiso tener, para ayudarlo en esa misión, junto a los bolivianos, un pequeño núcleo de guerrilleros con experiencia, que habían sido casi todos compañeros suyos en la Sierra Maestra durante la lucha revolucionaria en Cuba, y cuya capacidad, valor y espíritu de sacrificio conocía.
Quienes lo conocieron aseguran que era un jefe fraternal y humano, aunque sabía también ser exigente y en ocasiones severo, pero más que con los demás, consigo mismo. Che basaba la disciplina en la conciencia moral del guerrillero y en la fuerza tremenda de su propio ejemplo.
No en balde tras su muerte y la supuesta desaparición de sus cenizas, su estrella no se eclipsó, sino que, por el contrario, como expresara Fidel Castro, pocas veces en la historia, o tal vez nunca, una figura, un hombre, un ejemplo se ha universalizado con tal celeridad y apasionante fuerza.
El 7 de octubre de 1967, en víspera de su caída en combate, hizo la última anotación en su diario que al decir de Fidel Castro fue escrito en los ratos escasísimos de descanso, en medio de un épico y sobrehumano esfuerzo físico y de sus agotadoras obligaciones como jefe de un destacamento guerrillero.
Precisamente en la difícil etapa de los comienzos de una lucha de esta naturaleza, que se desnvolvía en condiciones materiales increíblemente duras lo que revela una vez más su estilo de trabajo y su voluntad de hierro, agregaba el presidente cubano.
En la madrugada del 8 de octubre de 1967 el choque de la guerrilla con el ejército boliviano era inminente y el Che decidió establecer una línea defensiva para contener el avance de las fuerzas gubernamentales.
Poco después del mediodía resonó con intensidad el fuego de fusiles, ametralladoras, morteros y bazocas en la quebrada del Churo.
El Che fue alcanzado por un disparo de ametralladora en una pierna, pero continuó combatiendo hasta que se le agotaron incluso los cartuchos de su pistola.
Auxiliado por el boliviano Simeón Cuba (Willy) trató de escalar el desarbolado cerro, pero fueron descubiertos y capturados.
Entonces lo condujeron a la escuelita de la Higuera, donde malherido, pasó la noche y fue asesinado al mediodía del 9 de octubre por un oficial ebrio. Igual suerte que el jefe guerrillero de 39 años corrieron sus compañeros Willy y Juan Pablo Chang-Navarro (El chino).
Los militares anunciaron entonces que a su cadáver había sido incinerado y sus cenizas esparcidas, pero tal proceder no logró hacer desaparecer de la mente de millones de hombres y mujeres el ejemplo del Che y sus compañeros.